¿A cuántas personas decidimos odiar durante el resto de
nuestra vida?
Probablemente toda la
vida, pero siempre llega ese momento en el que nuestro enfado con aquella
persona se desvanece y te dan ganas de llegar hasta ella para abrazarla y
decirle que todo va bien. Puede que dos personas se puedan enfadar por algo
serio o incluso por una tontería pero siempre hay algo que les une y que les
hace olvidar lo que ocurrió.
¿Por qué no aprendemos de los niños? ¿Qué ejemplo les
estamos dando?
Mientras que ellos se enfadan con su amigo porque no le ha
dado un caramelo, firman la paz al segundo de enfadarse, saben que son los
mejores amigos y que no pueden vivir el uno sin el otro. Y aquí estamos
nosotros, que nos gana nuestro orgullo para pasarnos mucho tiempo sin hablar
con dicha persona.
La vida sigue y si nos paramos a pensar un poco, no vale la
pena enfadarse porque sea cual sea la razón lo echarás de menos y probablemente
ya sea demasiado tarde para pedir perdón.
Yo si he llegado a enfadarme, pero también he llegado a
perdonar y pedir perdón por mis errores. Cometer errores es de sabios y para
eso estamos aquí para equivocarnos, dar marcha atrás y pedir perdón. La única
manera que tenemos para poder seguir avanzando.
Cortesía de CSL.
Cortesía de CSL.
bien dicho
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